El Lajar por Javier Alcorta

...cuando un volcan entra en erupción y sólo desprende ceniza por los aires una de las secuelas más importantes es la acumulación de ingentes cantidades de ceniza en las inmediaciones del volcan ademas de oscurecer el cielo debido a la nube de ceniza y humo. Si este fenómeno se produce en un clima Tropico-ecuatorial las consecuencias se derivan en lo que se conoce con el nombre de Lajar, un desierto de ceniza volcánica que a medida que se producen lluvias torrenciales en las estaciones de lluvias avanza imparable enterrando todo aquello que se ponga en su camino. El curso de las riadas de ceniza es impredecible, cambiante y desastroso. Las ciudades se quedan completamente enterradas, los campos de cultivo sepultados bajo toneladas de ceniza, y todo signo de vida animal o vegetal desaparece. Nada sobrevive a una riada de ceniza.

Esto es lo que yo Rhaal encontré en uno de mis viajes. Recuerdo las historias de los nómadas que encontramos. Decian que todavía es posible escuchar las voces de los inocentes que iban siendo sepultados por la ceniza. Contaban que todavía era posible encontrar tesoros ocultos, si se sabía escarbar en el lugar exacto. Aseguraban saber el lugar exacto de los restos de una ciudad que parecía rica por sus monumentos, arquitectura, tamaño, y otros signos que revelaban la existencia de una cultura avanzada en comparacaión con otras que conocían.

Lo cierto es que la extensión del Lajar era enorme, muchas semanas de camino a la redonda, del volcan cuya cumbre se extendía más allá de las nubes. La llanura que se veía era toda desértica, y en el horizonte se veía lo que debía ser el origen de tal desastre. Se divisaban las lenguas del Lajar como las de un gigante hambriento.

Contaban los nómadas que la ciudad en otros tiempos fué muy próspera y rica, y que tenían abundancia de cosechas, el comercio era floreciente y la paz reinaba, mas que su Rey el cual se dedicaba a pasear por la ciudad, incluso sin escolta. Fué en los últimos años cuando llegó una caravaba de extranjeros los que trajeron los problemas a dicho reinado. No pasó mucho tiempo hasta que la que hasta entonces había sido su montaña sagrada fué la que oscureció el día y sepultó a todos los habitantes de la ciudad en menos de una semana.

Así es como conocí la existencia de dicho lugar, en compañía de mi tío en unos de nuestros viajes. No recuerdo donde era, tan sólo se me quedó grabado en el recuerdo, las imágenes de la ceniza endurecida bajo nuestros pies, el abrasador calor del sol, y la terrible desolación que aquel inhóspito paraje me producía. No vimos nada vivo salvo aquellos nómadas. Ninguna planta, ningun animal. Sólo ceniza y más ceniza. El paisaje era llano, con ciertas ondulaciones.

Esto es lo que sé de este lugar, que no depara nada bueno a aquellos que se aventuran sin conocimiento de los medios de sobrevivir en tan duras condiciones. Hay dos peligros en aquel sitio. El calor axfisiante, y las riadas que se producen en épocan de lluvias. Segun mi tío eso fué obra de alta hechiceria, la naturaleza jamas habría sido tan cruel consigo misma.

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